Estamos rodeados de tecnología. De eso no cabe duda. Y que nos ha cambiado la vida a todos, tampoco. Solo hay que ver el número de interacciones que tenemos en el día a día con tecnología digital de uno u otro tipo, cuántas veces miramos el móvil, accedemos a una red social o escribimos en una aplicación de mensajería. Y nos permiten hacer cosas que hace quince o veinte años eran impensables, facilitando que las personas estén conectadas en todo momento, y haciendo posibles cambios en los modelos de negocio de muchos sectores completos.
Esto no es más que el camino imparable hacia la digitalización, y no ha hecho más que empezar. Y no hay sector al que se le resista. Tecnologías como los sensores, que estarán por todos sitios, las redes 5G, redes de sensores como LoRaWAN, Big Data o la inteligencia artificial permitirán en los próximos años cosas que seguro hoy las damos por imposibles. Y como decía, esta tendencia es completamente imparable.
La reflexión que hay que hacerse es si el uso que estamos dando a esas tecnologías es el adecuado (o más que adecuado, diría prioritario) para el mundo en este momento que estamos viviendo.
Durante muchos años hemos creído que estábamos solos en este mundo, y que el resto del planeta estaba a completa disposición de los humanos, sin importar las consecuencias de todo lo que lleva aparejado el crecimiento tecnológico y poblacional. Pero esta gran pandemia ha puesto de manifiesto que no podemos vivir al margen de la naturaleza, y muchas personas se han dado cuenta de que el calentamiento global no es solo un eslogan de los más alarmistas. Por tanto, tenemos que hacer algo. Y ya.
Si analizamos el impacto que han tenido las tecnologías digitales en el freno de la pandemia, ¿qué responderíamos la mayoría? Probablemente estemos todos de acuerdo en que el impacto ha sido prácticamente nulo, a pesar de toda la tecnología disponible que tenemos hoy en día y la ubicuidad de los teléfonos móviles. Creo que habría sido una grandísima oportunidad para una apuesta a gran escala en el uso de tecnologías digitales para el control de la pandemia y los contagios.
Esta lección la debemos tener en cuenta a la hora de afrontar los grandes desafíos del futuro, como el calentamiento global, la sostenibilidad ambiental o la propia seguridad de los ciudadanos en todos los sentidos, tanto desde el punto de vista físico como digital.
Cada año extraemos del planeta más de 85.000 millones de toneladas, tanto de recursos finitos, como de biomasa, de los cuales 61.000 millones se dispersan al medio ambiente como recurso irrecuperable, ya sea en forma de contaminación o de residuos, y solo 8.000 millones se convierten en recursos reutilizados. Esto es completamente insostenible para el planeta y para la humanidad.
Por supuesto que tenemos que aplicar la tecnología en aquellos aspectos que nos haga la vida un poco más fácil, que no está mal, pero pensemos si la estamos aplicando como se merece en todos los ámbitos donde de verdad es prioritario aplicarlas. Por ejemplo, en digitalización de la eficiencia energética, que nos permitiría ahorrar cantidades ingentes de energía y dinero, y mucho más ahora que el autoconsumo es una realidad y que permitirá crear municipios autosostenibles. O en la aplicación de tecnología en todo el ciclo del residuo, en políticas de economía circular, donde se pueda recuperar gran parte de los residuos generados. O en tecnologías que puedan hacer más segura la vida de los ciudadanos, tanto en el aspecto físico como digital, en especial de ciertos grupos de riesgo, ya sean personas mayores o mujeres en situación de peligro, gracias a los sensores, y cámaras, que permitirán actuar en tiempo real ante cualquier incidencia.
Andalucía puede tener una gran oportunidad en este sentido. Las posibilidades que ofrecerán todas estas nuevas tecnologías van a ser totalmente increíbles. Y se va a necesitar mucho personal muy formado en estas nuevas tecnologías, cosa de la que ya estamos muy cortos, situación que sufrimos muchos de los que estamos en el sector tecnológico. Y no hace falta ir al MIT o a Stanford para recibir la última formación en tecnologías digitales. Se puede hacer incluso online si se requiere.
Pero justo ahí está la oportunidad: en creer firmemente que las tecnologías digitales son la solución para los retos más importantes que tiene la humanidad en este momento, y que debemos tener una base de profesionales muy especializados en estas materias. Puede ser incluso la solución de muchas poblaciones que se están enfrentando a la despoblación. Imaginaos qué pasaría si estas poblaciones se empiezan a especializar en Big Data, Redes de Sensores o Ciberseguridad. Y que, además, gracias al teletrabajo, pudieran trabajar desde su localidad para una empresa de Sevilla, Málaga, Madrid o Boston si es necesario. O emprendiendo en una nueva startup tecnológica que genere conocimiento y tecnología desde esa misma localidad, creando más puestos de trabajo especializados. Todo eso es posible. Y es necesario poner en marcha apuestas firmes en esta dirección.
Tenemos una oportunidad única, y tenemos que apostar por que la tecnología digital sea realmente la habilitadora de un futuro mejor para todos.