Como en tantas otras ocasiones, la escuela de ingenieros de Sevilla desempeña en esta historia el papel de motor inspirador. Es de sus entrañas de las que surge Solar MEMS como spin-off en 2009. Comandada por José Miguel Moreno, con 20 profesionales en plantilla y una facturación anual que ronda los 2 millones de euros, esta empresa juega en la liga de las galaxias, casi literalmente.
Primero, el contexto. La industria espacial es relevante en la ciudad: 36 de las 56 compañías que operan en el sector desde Andalucía se ubican en Sevilla. Si la capital hispalense gana la carrera por convertirse en sede de la Agencia Espacial Española, el efecto multiplicador será obvio y lo que hoy es una rosa podría convertirse en un jardín.
Después, Solar MEMS, referencia mundial en la orientación de satélites de menos de 600 kilos a través de sensores que toman como referencia el sol (en la mayoría de los casos), las estrellas (el sistema más preciso) o la propia Tierra.

Aunque el 95% de los ingresos de Solar MEMS los genera el espacio, hay una estrategia clara de diversificación que abarca plantas fotovoltaicas, drones, smartphones, domótica y automóvil. “Las diferencias entre sectores son obvias. En la industria automovilística hay players del GPS que llevan 40 años. Sin embargo, supimos aprovechar la irrupción del sector privado en el espacio. La miniaturización de la tecnología ha democratizado ese ámbito, tal y como demuestran casos como el de Julián Fernández”, opina Moreno.
La era del new space, como la definen ahora los medios, consiste en que alguien se dio cuenta de que era más rentable fabricar 1.000 satélites a un millón por unidad que un satélite de 1.000 millones. Estos aparatos más pequeños y livianos y con menores exigencias de consumo han generado en la última década un boom del small sat.
“Entre 2012 y 2021 el 82% de los satélites puestos en órbita en todo el mundo pesaban menos de 600 kilos. Y en 2021 ese porcentaje creció hasta el 94%. Aquí es donde hay que estar”, concluye José Miguel Moreno.
Solar MEMS funciona con un esquema B2B donde aporta a los fabricantes de satélites los sensores que precisan para orientarse en la galaxia. Gigantes como DLR o CASC e instituciones como el MIT y la European Space Agency (ESA) forman parte de su clientela.
De hecho, la firma sevillana ganó un contrato con OneWeb, la iniciativa de Airbus que compite con Starlink para crear una constelación de satélites, aunque la orientación de esta última se basa en un modelo B2C.

Dicho contrato convierte a Solar MEMS en la empresa con más sensores solares en funcionamiento en el espacio. Según Moreno, el 15% de los satélites que hay en órbita actualmente portan un sensor de su compañía. El precio medio del sensor se sitúa en 5.000 euros. Suele resistir en órbita un lustro, aunque la durabilidad se triplica si se pagan 15.000.
“Tenemos tres patas de negocio: vendemos un producto que monta directamente el cliente; fabricamos a medida; y hacemos ingeniería espacial. Empezamos con los sensores solares gracias a un proyecto de la escuela de ingenieros con el Instituto Nacional de Tecnología Aeroespacial (INTA). Hace 12 años, las barreras de entrada eran tremendas y había que ir de la mano de los gobiernos”.
El sensor solar donde tanto destaca la empresa funciona “como los ojos del satélite (una referencia rápida a prueba de fallos), mientras que el rastreador de estrellas, tecnología desarrollada a posteriori, “es donde el satélite apunta fino”.
¿Y por qué se lanzan tantos pequeños satélites al espacio? Lo explica Moreno: el 80% se lo comen las telecomunicaciones (banda ancha, telefonía), un 9% es observación terrestre para extraer datos, otro 9% desarrollo de nuevas tecnologías, un 1% propósitos científicos y el 1% restante objetivos variopintos.
Resulta interesante detenerse un instante en esas nuevas tecnologías que se experimentan a miles de kilómetros del planeta. Las comunicaciones entre satélites por láser, destaca Moreno, están en primera plana.
“Ahora los satélites se comunican con la Tierra y la Tierra da las órdenes. Tienes que tener muchas estaciones terrestres para no perder cobertura. Pero si los satélites se comunican entre sí, podrían tener cierta autonomía y colocarse ellos mismos en órbita”.
Entre los planes de Solar MEMS para los próximos años se cuenta una apuesta más intensiva por la automoción, las renovables y los drones. Desde el clúster Andalucía Aerospace del que forma parte y con el concurso de la Universidad de Sevilla, también se promueve el diseño y construcción de un satélite íntegramente andaluz. “Sería una especie de autobús espacial para que las empresas que quieran embarquen en él su tecnología, que siempre es lo más caro en estos casos”.
Imagen de portada: NASA