En Salteras (Sevilla), hace ya casi 75 años, comenzó una saga empresarial en torno a una actividad que pocos se atreverían a catalogar sobre el papel como sexy. Lo curioso, sin embargo, es que Kaura, la firma en cuestión, toca todas las teclas que hoy conforman el piano de la sostenibilidad.
Lo explica Juan Cabotá, representante de la cuarta generación a los mandos de un negocio que en 2021 facturó 53 millones de euros y emplea a más de un centenar de profesionales.
“Nos dedicamos al reciclaje cárnico con dos fábricas en Salteras que hacen cosas parecidas pero diferentes. En un caso, recogemos los residuos de mataderos y salas de despiece, les aplicamos un sistema de deshidratación y obtenemos agua, grasa y harina. Esa harina sirve de base en la elaboración de piensos para perros, gatos y peces de acuicultura. Las grasas también sirven para fabricar piensos de ganadería”.
La segunda factoría, donde van a parar entre otros los cadáveres de animales de granja, sigue un proceso similar pero lo que se obtiene del aprovechamiento se destina como materia prima a los biocombustibles.

En ambos casos, el agua obtenida de estos restos (básicamente el 50% del total) se envía a depuradoras o plantas de biogás. Se trata de un caso paradigmático de economía circular donde se aprovecha hasta el más mínimo resto.
Pavo, pollo y cerdo ibérico (destinados todos a la elaboración de piensos) se recogen en gran parte de Andalucía, Extremadura y Portugal. Las grasas resultantes se venden a nivel nacional a fabricantes de comida para animales; las harinas se colocan al 50% en Europa y al 50% entre América y Asia.
Respecto al negocio del biocombustible, la pauta difiere. Aquí media un contrato vía concurso con Agroseguros, aseguradora de referencia entre los ganaderos, que habilita a Kaura para recoger residuos de origen animal en Andalucía Occidental y Extremadura. Este servicio cubre las necesidades de mataderos, granjas e incluso zoológicos y “aporta beneficios sanitarios y logísticos obvios”.
En contra de lo que pueda parecer, el espíritu innovador de Kaura es muy elevado. Transformar el producto en algo completamente diferente, con múltiples usos, el sello de garantía de las autoridades sanitarias y el aval de la industria más verde exige altas dosis de tecnología. Además, el biodiésel producido con grasas animales reduce las emisiones de gases invernadero un 85% comparado con los combustibles fósiles y un 30% en relación con el aceite de soja, según datos del Institute for Energy and Environmental Research.
De hecho, las sinergias con la industria de los biocombustibles depararán nuevas aplicaciones en los próximos tiempos. Cabotá desvela que una de las ideas consiste en usar las harinas de Kaura para la fabricación de muebles.

Anota también entre los experimentos más sonados de la compañía uno orquestado junto a la Universidad de Córdoba y la Corporación Tecnológica de Andalucía (CTA) para diseñar un dispositivo que mediante luces infrarrojas analiza el estado de la harina en directo (composición, humedad, etcétera) y permite elaborar de manera mucho más precisa piensos a medida. “Cada maestrillo o fabricante tiene su librillo y nosotros nos adaptamos a sus necesidades”, remacha Juan Cabotá.
La capacidad innovadora de Kaura no termina ahí. En activo, desplegándose poco a poco en el horizonte, hay dos iniciativas más. Una, en torno a la harina no apta para el consumo animal, para la obtención de bioplásticos; y la otra para la revalorización de lodos de depuradora con la idea de elaborar biofertilizantes.
“Este negocio es sostenibilidad pura y dura. La economía circular es el alma de nuestra empresa. Queremos devolver a ese círculo virtuoso cosas que antes se tiraban sin más, impactando en paralelo de manera beneficiosa en la comarca con actividades deportivas, culturales, sociales y medioambientales”, resume Cabotá en lo que parece sin duda un canto a la aspiración del bien común.